Muchas veces abro un documento en blanco dispuesto a juntar
un buen puñado de letras y me envuelve un ligero sentimiento de tristeza hacia
el tema que tengo ya en mente; tristeza porque, de verdad, no es que quiera,
pero casi siempre me toca despotricar. Me encanta el cine, es una realidad, y
seguramente eso tenga la culpa de mis malas palabras. A nadie le sienta bien
que maltraten sus gustos.
Hoy he decidido rebuscar en el cajón. Bien podría plasmar
una crítica de “Inferno”, que con esto de haber puesto el cine a un precio
normal también me aventuré a verla, pero bajo mi opinión no tiene la suficiente
“chicha” ni para hacer una mala crítica. Una película más, una historia más. Se
deja ver, no destaca, no entusiasma y, lo que seguramente sea peor, no
defrauda. Crítica hecha, ¡hasta la semana que viene cinéfilos!
Por evitar ser patético, como ya he dicho, he rebuscado en
el cajón. Y del cajón he sacado una película que antes incluso de empezar este
proyecto quería traer. No es para mí una crítica nueva, de hecho ya escribí
sobre ella en un blog que tuve en sus tiempos, aunque con un tono mucho más
duro y, por qué no, más pedante. Me gustaría despotricar, os moleste o no, de “El
lobo de Wall Street”.
Afirmo casi con total seguridad que no hay otra película en
Hollywood que encaje más con poder y no querer. Esta es, junto con la segunda
parte de “El Hobbit”, la película que más de mala hostia me ha puesto al salir
de la sala de los últimos diez años; y no creo haber ido pocas veces al cine,
aunque no tantas como me hubiera gustado poder. ¡Qué manera de tirar una idea
por la borda! ¡Y qué manera de ganar dinero!
Eso es el lobito, dinero. Una película que habla de cómo
ganar dinero, hecha para ganarlo. Y ahora diréis — ¡Pero hombre A, si el cine es un negocio, para eso está! —,
y a ver, razón no os faltaría. Pero yo espero mucho más; espero que las masas
algún día evolucionen y le permitan al cine ganar dinero sin tirar talento.
Seamos francos, esta película podía, y podía mucho. Pero no quiso; se conformó
con presentar una idea magnífica con un buen saco de barcos y putas vaya ser
que alguien se aburriese y se quedase corta en taquilla.
Nada como basar tu guión
en excesos, grupos de deseo, bromas desmedidas, vicio y muchas frases cortas
que no hagan pensar al espectador para reventar la taquilla. Pero qué vacío se
queda el texto cuando lo importante se diluye en cómicas banalidades que bien
debieran ser poco más que una breve adjetivización de la trama real. Vacío en
ideas, pero lleno de adeptos; qué casualidad.
Claro que pobre Leo. Otra
vez se quedó sin su tan ansiado tesoro, otro año sin Óscar, otro año anhelando
la estatuilla. Y otra vez a saltar enbravecidos en las redes a ver si la
academia escucha las plegarias de tamaños eruditos y dejaba de premiar a un
mediocre Matthew McConaughey pro de Leo. Pues no quisiera yo postularme a favor
de la academia, que ya expresaré mi opinión otro día, pero en 2014 el acierto
en este campo fue indiscutible. Di Caprio está verdaderamente flojo, remonta
algo en cuanto la coca toma el control del personaje, pero cuando Matthew es
capaz de hundirte en la primera escena que comparte contigo en la
mesa de un bar pijo, difícil lo tienes; y oye, menos mal que en esta estaba de
secundario…
A.
Esta película me recordó (vete a saber porqué) a "Infiltrados en la universidad", llena de chistes fáciles, bromas soeces y tetas random.
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