jueves, 15 de diciembre de 2016

Bond, James Bond, una máquina de hacer dinero para las marcas.

Las apariciones de las marcas en las películas no han sido en vano, todas y cada una de ellas, -a parte de haber tenido que soltar un cheque con más ceros que un campo de fútbol-, han contribuido a la formación de la personalidad del personaje e incluso a la historia real de los espías británicos de la época. Si la aparición no tenía concordancia con la narrativa, no iba a salir en la película.

Uno de los casos más notorio fue el caso Heineken, en el que la marca soltó un fajo de 45$ millones de dólares, un tercio del presupuesto de la película, para poder salir en ella. Si tuviéramos que imaginar el diálogo que habrían mantenido los responsables de Heineken con los productores, habría sido algo así: “Open your world”, dice el eslogan  de la marca, “Open your wallet”. habría contestado 007.

Los 90 fue la época dorada del product placement en la franquicia Bond. Las marcas y anunciantes entendieron que era posible colocar su marca en 007 siempre y cuando el cheque tuviese suficientes ceros. Solo en la película Goldeneye, Bond atraviesa con un tanque un camión con un logo gigante de Pierre mientras que Sean Bean compara abiertamente su Omega con el de Bond antes de morir en pantalla una vez más.
Algunos críticos decían que las películas tenían tantas marcas, que la última película de Pierce Brosnan, Die another day, lo retitularon con “Buy another day”.


Es un caso en el que quizás nos hayamos acostumbrado a ver marcas continuamente, pero que estamos tan centrados en la acción, que integramos las marcas en la narración. Hay que decir también que las marcas que aparecen complementan la personalidad del personaje y su estilo gentelman que no se despeina por muchas patadas y giros que dé.

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